El buzón tal como se lo conoció en otras épocas, pasó a ser un objeto olvidado, y si bien hay ejemplares dispersos en algunas esquinas de la ciudad, pasan totalmente inadvertidos ante los apurados ciudadanos.

Fue un elemento inconfundible del paisaje urbano, “…aquel buzón carmín y aquel fondin….” dice el tango Tinta Roja de Cátulo Castillo, poesía que lo define como infaltable en el paisaje del barrio; punto de referencia, lugar de encuentro para celebrar la amistad y hasta objeto de estafas a incautos y venta de ilusiones, basta recordar el dicho: “le vendieron un buzón”, representa un sentido de identidad y pertenencia en esquinas de la ciudad; en síntesis, memoria de una época que pasó.

Los tiempos cambiaron y las cartas como el buzón, tanto en su función postal como social, fueron reemplazados por innumerables opciones: telefonía celular, internet, correo electrónico, mensajerías, correos privados, kioscos y locutorios desde donde se puede enviar correspondencia.

La historia del buzón, se remonta a 1858, cuando en la gestión de Gervasio Posadas (nieto del primer Director Supremo) al frente de la Administración General de Correos, se instalaron las primeras cajas de madera, por lo general en plazas. Diez años después, fueron reemplazadas por cajas metálicas, ubicadas en comercios y quedando su disponibilidad limitada a los horarios de los mismos. A fines del siglo XIX la Dirección de Correos comienza a gestar un sistema de buzones en los tranvías, lo que se concretó a partir de 1908, en las unidades de la Compañía Anglo Argentina, extendiéndose dicho servicio hasta 1930.

En 1874, durante la gestión de Eduardo Olivera, sucesor de Posadas, llegan desde Inglaterra los primeros buzones de pilar de hierro, tal como se los conoció después, veinte años más tarde, tanto el buzón como el pilar que forma su base, fueron fabricados según el estilo inglés; con el “sombrerito y de color rojo”.

Fabricados en hierro fundido en sus extremos y el cuerpo de chapa de hierro, de 91cm de alto y 40cm de diámetro, sobre una base de cemento ubicada a una profundidad de 1m, con una puerta de 80x30cm y en su interior una bolsa de lona que contenía la correspondencia.

Los primeros buzones llegados desde Inglaterra, eran de color rojo, el que se mantuvo hasta 1972 cuando se creó la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos (Encotel).