En el diccionario de la Real Academia Española, se define a «trolls» en su segunda acepción como «En foros de internet y redes sociales, usuario que publica mensajes provocativos, ofensivos o fuera de lugar con el fin de molestar, llamar la atención o boicotear la conversación.» Algunos partidos, sobre todo los pertenecientes a espacios de poder usan mucho a estos personajes no siempre con perfiles reales. Es más, habitualmente perfiles falsos.

En los medios locales, y también en comentarios en redes, siempre políticos, distorsionan las originales intenciones de quien publica un posteo con el objetivo claro de desviar el interés hacia los que aquel representa. Enaltecer un funcionario de modo casi exagerado, elogiar desmedidamente una medida de gobierno, o negar o redireccionar algún hecho mencionado. Seguramente para aquellos que no consumen noticias en forma habitual o no sienten demasiado interés en ellas quizá no les llame la atención la aparición de trolls o les pase desapercibido.

Es notable observar con el fanatismo que actúan. Incluso algunos partidos poseen muchísimos para ensalzar sus campañas. Son agresivos, burlones, provocadores y son simpáticos con quienes defienden intereses comunes y muy antipáticos con los de la vereda opuesta.

Para terminar de advertir en las redes cuando se trate de un troll a las características anteriores podrían sumarse que generalmente en lugar de foto de perfil poseen imágenes de animales, flores o símbolos. Sus contactos son, casi exclusivamente gente de sus mismas ideas, y sus publicaciones giran alrededor de un solo tema orientador o hechos producidos por el mismo espacio político. En general sería tragicómico de no ser que no se trata de un recurso ético sino tendiente a desinformar o confundir a los distraídos siempre con el fin de buscar un rédito para «alguien» que a cambio le «agradece» los favores.