ASOMBROSAS ESTAFAS. POR MATÍAS ALTAMIRA

Al comenzar estas modalidades de estafa se destacaba la preparación psicológica y sociológica de los estafadores para engañar a sus víctimas, principalmente porque el canal de comunicación era el telefónico, a través del cual y con admirable destreza lograban que la persona les brindara cuanta información requirieran.

Las metodologías fueron avanzando, por lo que las redes sociales se transformaron en el escenario ideal al confluir todas las personas y empresas: unas para encontrarse con amigos de la infancia, otras para comercializar mejor sus productos y servicios y otros para engañar y perjudicar tanto a novatos como expertos, ya que ambos eran sorprendidos en su buena fe.

Los casos más recientes no requieren de la participación del titular de la cuenta ya que, por mecanismos que se desconocen, los ladrones modifican la configuración del teléfono celular mostrando a su dueño como “fuera de servicio” o algún otro mensaje que le imposibilita la comunicación, mientras lo utilizan para procesar los códigos dispuestos por el sistema de seguridad conocido como «doble factor de autenticación», ingresando a la app bancaria instalada en el celular. 

Si se opera desde la computadora, aun teniendo la web bancaria entre los “favoritos” y agendada en los “marcadores” del navegador, los delincuentes, de alguna manera, reconocen cuándo se accede y comienza a operar con el sistema bancario, para requerir validar la clave de seguridad y así poder continuar con la operatoria, normalmente una transferencia de dinero. Al cumplir con el requisito de validación, supuestamente exigido por el banco, ya que sólo se está operando en su plataforma, los malvivientes suman otras transferencias a la realmente gestionada por el cliente, y como éste no lo advierte, procede a autorizar todas las transferencias cargadas, tanto voluntarias como sorpresivas. Al finalizar el proceso cotidiano, se choca con el vaciamiento de sus cuentas.

Ante esta realidad triste y desesperante por el avance de las técnicas y la reticencia de los bancos, la Justicia está protegiendo a los consumidores bancarios aunque siempre luego de iniciar un caro, largo y complejo proceso judicial.

Si los bancos al final del día terminan pagando el robo -como debe ser, ya que los que no cumplen sus obligaciones de cuidado y profesionalismo son ellos-, entonces por qué no desarrollan acciones concretas para mitigar estos riesgos. 

Al comprobar que en algunos casos el doble factor de autenticación es vulnerado; que se insertan programas que rastrean el uso de sus apps y sitios web; que por más meticuloso que el cliente sea la sorpresa y desconocimiento informático traicionan su diligente proceder, entonces la solución podría estar en el último tramo de la gestión de transferencias, no sólo demorando hasta el próximo día hábil las transferencias a nuevos destinatarios para así hacer efectivo el proceso de reversión de pagos.

De todos los casos analizados y defendidos, en ninguno el banco, cualquiera sea su nombre, logró revertir un pago que claramente era extraño, totalmente infrecuente, con conceptos nunca antes utilizados, por montos que excedían la operatoria cotidiana de la empresa o persona, y en cantidades que mínimamente deberían haber generado una alerta.

Los slogans bancarios dicen que son socios de los emprendedores, que hacen realidad sus sueños, que potencian sus proyectos; todo lo cual sería realidad si se estuvieran dirigiendo a los estafadores, tremendos creativos para hacer daño. Cuán productivo sería si tanta preparación y despliegue fueran focalizados en hacer el bien.

Demorar un pago a un extraño no generará perjuicio alguno y puede ser una eficaz herramienta de defensa del cliente que hace años confía sus ahorros en estas empresas.